TERUEL. FIESTA DE LOS AMANTES. (DEL 14 AL 17 DE FEBRERO)
Con una invitación de boda comienza cada año la Fiesta de los Amantes; en el mausoleo se realiza la ofrenda de una flor de lis en señal del triunfo del amor sobre la muerte; durante el día, el sol se refleja en las cerámicas vidriadas de sus torres; al atardecer, los estudiantes de música antigua entonan canciones trovadorescas al son de flautas y violines.
La ciudad es un desfile de trajes medievales que nos hacen revivir otros tiempos de la historia, tan lejanos...
En las calles hay jinetes, templarios con su cota de malla; magos que escupen bolas de fuego, pasacalles, donceles envueltos en capas, damas y sirvientas, titiriteros y marionetas, malabaristas que entretienen a la gente menuda con su habilidad en bolos, aros y diábolos; tiradores con arco y simbólicas torturas, conversión de judíos, acoso a las brujas por la Inquisición, venta de huérfanos, cataros que ofrecen vino caliente servido en un vaso de madera y muchas hogueras cuando ya los pies y las manos comienzan a enfriarse. Gran atracción es el toro nupcial o ensogado, en cuanto a la cetrería hay que calzarse un guante rígido si su deseo es acariciar el plumaje de un ave rapaz. Asistimos al gran mercadillo, con niños que juegan al corro sobre el suelo cubierto de paja a las puertas de la Catedral y vendedores con sus mercancías entre las que destacan las hierbas que alivian todo tipo de dolencias.
Los actores no profesionales trabajan con naturalidad las artes escénicas, son ciudadanos de Teruel
que se esfuerzan en su dramática representación por mejorar la fiesta haciendo de la ciudad que sí existe, un lugar con ambiente digno de promoción.
Todo termina con la escena en que Isabel de Segura cae en brazos del ya cadáver de Diego de Marcilla mientras la muerte, con guadaña en mano, les danza alrededor.
Con una invitación de boda comienza cada año la Fiesta de los Amantes; en el mausoleo se realiza la ofrenda de una flor de lis en señal del triunfo del amor sobre la muerte; durante el día, el sol se refleja en las cerámicas vidriadas de sus torres; al atardecer, los estudiantes de música antigua entonan canciones trovadorescas al son de flautas y violines.
La ciudad es un desfile de trajes medievales que nos hacen revivir otros tiempos de la historia, tan lejanos...
En las calles hay jinetes, templarios con su cota de malla; magos que escupen bolas de fuego, pasacalles, donceles envueltos en capas, damas y sirvientas, titiriteros y marionetas, malabaristas que entretienen a la gente menuda con su habilidad en bolos, aros y diábolos; tiradores con arco y simbólicas torturas, conversión de judíos, acoso a las brujas por la Inquisición, venta de huérfanos, cataros que ofrecen vino caliente servido en un vaso de madera y muchas hogueras cuando ya los pies y las manos comienzan a enfriarse. Gran atracción es el toro nupcial o ensogado, en cuanto a la cetrería hay que calzarse un guante rígido si su deseo es acariciar el plumaje de un ave rapaz. Asistimos al gran mercadillo, con niños que juegan al corro sobre el suelo cubierto de paja a las puertas de la Catedral y vendedores con sus mercancías entre las que destacan las hierbas que alivian todo tipo de dolencias.
Los actores no profesionales trabajan con naturalidad las artes escénicas, son ciudadanos de Teruel
que se esfuerzan en su dramática representación por mejorar la fiesta haciendo de la ciudad que sí existe, un lugar con ambiente digno de promoción.
Todo termina con la escena en que Isabel de Segura cae en brazos del ya cadáver de Diego de Marcilla mientras la muerte, con guadaña en mano, les danza alrededor.
Texto y fotos: Loli Salvador
